Prevención del suicidio: luchar por la vida es siempre mejor

Es urgente combatir el suicidio, causa de un millón de muertes por año en el mundo.

de la Redacción

20/02/2014 | Jueves | 18:06 horas | Actualizado el 22/09 a las 17:16 horas

El número estimado de un millón de suicidios por año preocupa mucho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como promedio, hay 24 suicidios por día en Brasil. El número equivale a 9 mil muertes por año y se considera alto, ya que el SIDA, por ejemplo, es la causa de un poco más de 10 mil muertes. Según el informe “Mapa de la Violencia 2011”, elaborado por el Instituto Sangari y por el Ministerio de Justicia, el índice de suicidios entre jóvenes supera al de los adultos, en Brasil, al contrario de lo que sucede en la mayoría de los países. En el período de 1998-2008, los índices crecieron en un 17%.

Para demostrar la gravedad del problema en el mundo, en comparación con datos locales, el psiquiatra José Manoel Bertolote, profesor doctor del Departamento de Neurología, Psicología y Psiquiatría de la Universidad Estatal Paulista Júlio de Mesquita Filho (UNESP) y consultor de la OMS para el tema, presentó recientemente algunos datos ilustrativos. “La ciudad de Botucatu, Brasil, tiene hoy 130 mil habitantes. En el mundo, mueren aproximadamente siete ciudades como Botucatu todos los años por suicidio”, comparó. Vale observar que no se consideraron en ese levantamiento datos referentes a los intentos de quitarse la vida, cuyas tasas llegan a ser en los Estados Unidos, por ejemplo, 40 veces mayores que las de los suicidios consumados.

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También con base en estudios de la OMS, el especialista señala una constatación preocupante: la de que los jóvenes están cada vez más propensos a adoptar comportamientos suicidas. Ya sería hoy la tercera causa de muerte entre las personas activas económicamente en el rango de 15 a 44 años de edad, así como la segunda principal responsable por muertes de jóvenes de 15 a 19 años. Otro sector que merece cuidado es el de los ancianos, cuyo crecimiento en los índices de suicidio se relaciona al abandono y a la soledad en que viven muchas de esas personas, a veces fragilizadas por enfermedades crónicas o degenerativas.

En su opinión, cualquier enfermedad que duplicara en 20 ó 30 años exigiría de las autoridades medidas drásticas. “Y esto no sucedió en Brasil. Algunos estudios muestran que, si consideramos a los jóvenes de 15 a 25 años, [notaremos que] el aumento del suicidio en los últimos 20 años es aún mayor. Es un aumento brutal de suicidios entre jóvenes del sexo masculino”, comentó.

Autor del recién lanzado libro O suicídio e sua prevenção (El suicidio y su prevención), que contiene informaciones y estrategias para prevenir el problema, el Dr. Bertolote cita estudios en diversas naciones que han señalado los factores de riesgo más comunes. Así, además del alcoholismo y de las drogas, “por detrás del 90% de los suicidios en el mundo occidental está una enfermedad mental (principalmente la depresión y la esquizofrenia)”.

Ante los factores que indiquen riesgo, es necesario estar atento para ofrecer apoyo solidario. “Es esto lo que tenemos que hacer, aproximarnos a quien está dando señales de que no está bien. Puede ser molesto preguntar: ‘¿cómo estás?’ y nadie lo quiere saber realmente, pues es solo una forma de cortesía. A veces, la persona dice: ‘Ah, estoy muy bien’, pero por dentro está muy mal... Ahora, si te acercas y le dices: ‘Mira, veo que no estás bien. ¿Puedo hacer algo por ti? ¿Puedo ayudarte?’. Entonces, tal vez usted tenga que dejar su actividad, acompañar a esa persona a algún lugar, pero podrá salvar una vida.”


El Sufrimiento

La información  es fundamental en la tarea de prevenir casos de suicidio, en la opinión de la doctora en Psicología Blanca Susana Guevara Werlang, profesora titular de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUC-RS) y coordinadora del Grupo de Prevención e Intervención en Comportamiento Violento de la PUC, Brasil. “Las personas no tienen información sobre el suicidio, existen muchos tabúes alrededor de este asunto. Por ejemplo, si el profesional en la escuela tuviera más conocimiento sobre los factores de riesgo, cuáles son los factores protectores, cuáles comportamientos pueden denunciar esto, también podría ayudar, hablar con la familia, aconsejar ir a un psicólogo, un psiquiatra, o a otro sector específico de la salud pública”, afirmó.

La Dra. Blanca Werlang destaca que estudiar el comportamiento suicida es también discutir la cuestión del sufrimiento. “Estas personas sufren mucho. A veces, hasta puede ser que la idea no sea morir, pero sí, terminar con ese dolor insoportable.” Según la especialista, en el desarrollo psíquico personal van sucediendo fallas: “La persona empieza a acumular tensión psíquica, sufrimientos psíquicos. Si se comunica poco con los otros, si tiene problemas familiares, si no está vinculada con un referencial espiritual —sea el que fuera—, si tiene pocos amigos, acaba sufriendo mucho”.

Considerado un trastorno psicosocial de causas múltiples, el suicidio es un evento complejo. “No es porque la persona tiene un trastorno depresivo que va a suicidarse. Hay factores sociales, económicos, familiares, espirituales. La combinación de todos los elementos es lo que lleva, efectivamente, a  desorganizarse psíquicamente y a desarrollar un sufrimiento intolerable.”

La psicóloga demuestra igualmente preocupación con los altos índices de ese tipo de hecho en la población más joven. En esto, la Dra. Blanca entiende como importante factor la falta de referencias. “La sensación que se tiene es que la familia transfiere la responsabilidad a la escuela, y ésta a la familia, la sociedad tampoco la asume; los personajes con representatividad están muy confusos. (...) Hoy, los valores de fraternidad, los valores espirituales, la cuestión de no causar sufrimiento al otro, de prestar y dividir las cosas con el prójimo están olvidados. La religiosidad es un factor de protección, así como lo es tener buenas relaciones familiares”, explicó.

El impacto en la familia y amigos

La muerte de alguien que decidió abandonar la vida suele ser difícil de superar para la familia y los amigos. La periodista Paula Fontenelle convivió de cerca con esa realidad: el suicidio del padre, en el 2005. En busca de respuestas, se dedicó tres años a investigar el tema, estudiando varios casos y entrevistando a psicólogos y a otros especialistas. El resultado de ese trabajo es el libro Suicídio, o futuro interrompido — Guia para sobreviventes (Suicidio, el futuro interrumpido — Guía para sobrevivientes).

En la obra, la escritora comprueba la importancia de dar atención a las personas más cercanas de quien se suicidó, de quien cometió el desesperado acto, así como la necesidad de romper con el silencio que las envuelve. “En la literatura de este campo de estudio, llaman sobreviviente a quien pierde a alguien que se suicida, porque es una persona que tendrá que convivir con eso para el resto de la vida y sobrevivir al dolor de esa pérdida, que es un dolor diferente... Porque, cuando pierdes a una persona debido a un accidente, a una enfermedad, por causas naturales, hablas con todo el mundo, y todos te preguntan cómo fue. Esto forma parte del luto, que hables sobre el tema. Pero cuando es suicidio nadie te pregunta, nadie quiere saber. (...) Yo recuerdo que  nuestra familia pasó por esto”.

La periodista cree también que, de cierta forma, la agresión del acto repercute en los que están más próximos. “Cuando muere la persona, es normal que se asuste, no crees que ella lo hizo; después, empieza a sentirse culpable: ‘¿Cómo es que yo no lo percibí?’. El sentimiento de culpa es normal y el de rabia también... ‘¿Cómo me hizo eso? Él fue irresponsable. ¿Cómo le pudo hacer eso a su hijo?’”.

Al advertir, el libro indica las principales señales del comportamiento suicida, con el fin de ayudar a combatirlo. “La fe es muy importante, es uno de los factores cruciales que mantienen a algunas personas. La fe en Dios, en un Ser Superior, independientemente de la religión que profeses, es un apoyo muy parecido al de la persona que le extiende la mano. La fe es creer en el futuro, creer siempre que aquello [dolor, sufrimiento...] pasará”.

Para el caso de una persona querida que esté manifestando tales señales, ella recomienda primero abrir un canal de comunicación, dándole atención; después, tratar de entender, facilitar el desahogo. “Otra cosa muy importante que los médicos dicen es también intentar hacer una especie de pacto con la persona: ‘Mira, me das un mes para ver si estarás mejor o no, es solo esto lo que te pido’. Yo hice esto con una amiga mía... la llevé a una psiquiatra, y ella está viva hasta hoy”.

El Poder de la Oración

Para los que padecen, el sentimiento de religiosidad ha sido un valioso aliado en la recuperación de la autoestima y del deseo de vivir. Además del ejercicio de la oración y de la meditación, comprobadamente capaces de ayudar al equilibrio del cuerpo y del alma, el hecho de la persona pertenecer a una comunidad religiosa representa por sí solo un apoyo social muy favorable en los momentos de intenso sufrimiento.

El Presidente Predicador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, Paiva Netto, suele afirmar que en las horas de dificultad, cuando parece no haber salida para ciertas cuestiones, él recurre  a la oración y con ella logra fuerzas para vencer los obstáculos. En su artículo “Ateo también puede orar”, señala: “La Oración no es el refugio de los cobardes ni de los ociosos. Ella nos eleva, el trabajo nos realiza. El Papa reza, el Dalai-Lama medita, Chico Xavier oraba, los rabinos entonan sus súplicas, los evangélicos cantan sus alabanzas a Dios, los islámicos recitan el Corán Sagrado...  ¿Qué es la Oración sino el Amor que se orienta hacia grandes hechos? Un hermano ateo, cuando realiza un acto que beneficia a la colectividad, está orando. Rezar no es una acción sencillamente simbólica. Es el más fuerte instrumento que la esencia humana, el Capital Divino, posee. Como afirmaba el monje católico alemán Tomás de Kempis (1380-1471), en Imitación de Cristo, ‘sublime es el arte de conversar con Dios’”

Traducción: Heriberto Fleitas
Revisión: Luci Teixeira