La Conciencia Espiritual y Sostenible

Cómo el aprendizaje en la LBV me estimuló a ampliar la visión sobre el cuidado del planeta.

Nathália Helena Azevedo Pereira

21/01/2016 | Jueves | 8:47 horas | Actualizado el 22/09 a las 16:07 horas

Arquivo pessoal
Nathália Helena Azevedo Pereira, de 27 años, es bióloga por la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP) y cursa la maestría en Ecología en la Universidad de São Paulo (USP). Tiene publicaciones en las áreas de Enseñanza de Ciencias y Ecología y trabajó en diferentes proyectos de divulgación científica. Exalumna del Complejo Educativo Buena Voluntad, en la ciudad de São Paulo, es profesora voluntaria en ese establecimiento de enseñanza, en la modalidad Educación de Jóvenes y Adultos (EJA), desde 2009.

El término “sostenibilidad” forma parte de nuestro vocabulario diario, desde hace algún tiempo con cierta frecuencia. Comprende diversas áreas del conocimiento, entre las que se encuentran la Administración, la Educación y la Cultura. Pero, ¿cuál es su alcance? Para ciencias como la Ecología y la Economía, la palabra también trae consigo una noción imprecisa y oscura. Por este motivo, en los últimos años se viene investigando minuciosamente en cuanto a la legitimidad de sus argumentos científicos, con el fin de obtener una definición que permita dirigir acciones concretas en los campos político, ambiental y social.

En el contexto de las divergencias pragmáticas sobre sus limitaciones existen cuestionamientos importantes, sobre todo en lo que dice respecto a la dinámica ambiental, que merecen tenerse en cuenta: “¿Hasta qué punto el ambiente puede ser sostenible?”, “¿de qué forma articular escalas espaciales y temporales para ampliar la comprensión?”, “con relación a sus indicadores, ¿cómo medir la sostenibilidad?” y otros. Aún con tantas dudas, existe una convicción colectiva de que ese es uno de los ideales más generosos surgidos en el panorama político y económico mundial, el siglo pasado.

Cida Linares
Alumnos de la LBV durante un paseo ecológico al Pico do Jaraguá, en la ciudad de São Paulo, Brasil.

Profundizando en esa mirada, es válido reflexionar sobre la definición más difundida de la expresión “sostenibilidad ambiental”, es decir, el deseo de suplir las necesidades del presente sin interferir en las generaciones futuras. De este modo, abrimos espacio para indagar cuáles son esas necesidades. ¿Cómo éstas se establecieron, y por qué? ¿Serían realmente esenciales para nuestra permanencia plena como especie en este planeta? La facilidad con que el término “necesidad” puede ser articulado para favorecer posicionamientos políticos lanza luz sobre los desafíos que acompañan la búsqueda por la compatibilización de metas económicas, sociales y ambientales.

Parte de la dificultad de conciliar esas metas nace de la ganancia y del egoísmo de nuestra especie. Para ser aplicada en su amplitud, conciliando lo ambientalmente tolerable y lo socialmente necesario, la sostenibilidad ambiental necesita estar fundamentada en el principio ético de la solidaridad entre las generaciones. Esta es la clave para su realización. El Director Presidente de la Legión de la Buena Voluntad, el educador José de Paiva Netto, enuncia que “la solidaridad es un camino a la Paz entre los que tienen todo y los que necesitan ayuda”. De acuerdo con este razonamiento, el equilibrio que buscamos no es solo entre la especie humana y el medio ambiente, sino también entre todos nosotros, personas de la misma especie. ¿Cómo podemos hablar sobre sostenibilidad y desvincularla de lo que está en el corazón del ser humano? No podemos, porque “la guerra, antes de estallar en el mundo, crece en el interior de los seres humanos”, conforme dice el dirigente de la LBV.

Tratar la cuestión de la sostenibilidad a la luz de la Espiritualidad Ecuménica es fundamental, porque ese concepto contiene valores inherentes a la solidaridad y a la Paz. Hay otro vínculo entre estas dos: el hecho de que somos Espíritu Eterno. En cuanto a esto, el escritor Paiva Netto destaca: “el ser humano, antes de ser cuerpo físico, es Espíritu Eterno. Sin ese conocimiento, todo intelecto se resume a la escuela primaria de la existencia”. Al considerar tal afirmación, sabemos que habitamos esta casa, que llamamos Tierra, en existencias distintas, beneficiándonos, por lo tanto, de sus condiciones y de sus recursos en diferentes épocas. Tenemos, por esto, el compromiso moral y el espiritual de honrar todas las formas de vida y sus recursos vitales.

Pasé los primeros catorce años de mi vida como alumna del Instituto de Educación José de Paiva Netto, durante los cuales desperté a los ideales del Amor Fraterno y de la Paz. Fue en los espacios verdes del Complejo Educativo Buena Voluntad y em excursiones a parques y a museos, organizadas por mis dedicados profesores, que pude identificar mi afinidad con la Biología. A lo largo de esa etapa de mi formación, recibí no solo el cuidado con mi instrucción formal, sino, principalmente, el estímulo a vivir con valores pautados por el Ecumenismo, entre ellos el respeto y la tolerancia, que me motivan diariamente a adoptar una vida inspirada en los principios de la Fraternidad.

Vivian R. Ferreira
Voluntariamente, Nathália se dedica a la enseñanza de la Biología en la modalidad Educación de Jóvenes y Adultos (EJA).

Con satisfacción, he tenido la oportunidad de trabajar en la referida escuela, desde 2009, como profesora voluntaria en la modalidad Educación de Jóvenes y Adultos (EJA), con el intento de retribuir un poco de lo mucho que aprendí en ese espacio de Paz. Busco trabajar el conocimiento científico con mis alumnos, sin olvidar las implicaciones espirituales de ese conocimiento. La sostenibilidad es un concepto revolucionario; sin embargo, según enseña el dirigente de la LBV, “Revolución verdadera es aquella que surge del Espíritu del ser humano”.